Si hay algo con lo que estoy de acuerdo con la vocería oficial gubernamental es que detrás de las colas lo que se puede evidenciar es ineficiencia y sabotaje. Reflexionando esto, recordé lo que me contó una señora mientras hacía una cola para comprar un boleto de autobús a un lugar muy querido, al que no puedo tomar avión porque cancelaron la ruta y al que no pude manejar esta vez por esperar un repuesto que ordené por internet con un 800% de sobreprecio.

Esta señora, a quien conocí ese día, me comentaba con lágrimas en sus ojos las penurias que pasa para comprar leche. Me dijo que en un supermercado del oeste de la ciudad, se reparten 2000 números cada vez que llega este producto y que la última vez le había tocado ser el número 1.700. Yo le repetí alrededor de cinco veces: ¿mil seiscientas noventa y nueve personas antes que usted para comprar leche? Le contaba cómo había visto recién que la gente dejaba la leche en el anaquel por su precio cercano a los trescientos bolívares el kilo, pero ella me decía: “mijo, esa leche es la descremada, la que te digo es la regulada”.

Cuando recuerdo esa anécdota, pienso en el privilegio tan grande que tengo en poder comprar la leche descremada cuando la tengo en frente, sin que ello represente dejar de comprar otra cosa esencial. Si usted está dentro de ese grupo, al menos dé gracias a Dios o al ser supremo en el que usted haya decidido creer.

Luego, vuelvo a pensar en los dos sustantivos ineficiencia y sabotaje. La ineficiencia es la incapacidad de disponer de algo para conseguir un efecto determinado. En este caso sería la incapacidad de resolver como sea para que no haya colas.

Pero la cola la crea el desespero por comprar productos escasos y deberíamos estar enfocados en garantizar la producción suficiente para abastecer el mercado y eliminar esa necesidad de comprar de más al saber que mañana o pasado se conseguirá el producto. O debería solucionarse el problema si el producto cuesta lo justo (precio real sin regulación) para que no exista un diferencial tan brutal de venderlo en otros países que lo haga codiciado por los contrabandistas. Si estos son los efectos de la ineficiencia: ¿a quién le corresponde corregirlos, al Estado, al Supermercado o al consumidor?

El sabotaje, es el daño o deterioro en instalaciones o productos que se hace como procedimiento de lucha contra el Estado o contra las fuerzas de ocupación en conflictos sociales o políticos. También es la oposición u obstrucción disimulada contra proyectos, órdenes, decisiones, ideas.

En estos casos, ¿quién realiza el sabotaje? ¿el particular que por nerviosismo compra más de lo que necesita? ¿El oficial que se deja sobornar para que se escapen toneladas de productos vía contrabando? ¿El Supermercado que vende a su ritmo, el cual es insuficiente para la demanda que genera un producto cuándo la gente piensa que no lo va a conseguir jamás? ¿Quién realiza el sabotaje, el que crea controles e incentiva el contrabando o quien crea políticas de desespero y miedo?

Cuando el vocero se refiere a ineficiencia y sabotaje, me pregunto ¿quién lo comete? ¿Los trabajadores y trabajadoras de las cajas que son víctimas de un estrés sin precedentes?, situación laboral que además no es culpa de sus patronos. ¿El dueño del supermercado que baila al son que le toquen?, para este empresario es lamentable que los consumidores no hallen productos en sus anaqueles.

Las captahuellas solo oficializan que desde hace rato solo nos venden “de a dos”: dos harinas, dos jabones, dos papel tualé, dos desodorantes. Ya nos racionan hasta la esperanza y para esto no nos piden la huella dactilar. Esta situación no se justifica, pues la autoridad regula desde hace bastante la cadena producción-distribución-abastecimiento en toda la industria.

No hay un solo ciudadano en este país, rojo, azul o del color que sea, a quien no le indigne hacer colas para productos básicos; se trata de nuestra supervivencia, de nuestra alimentación y de la calidad de vida de nuestras familias. Mi mejor deseo es que podamos ir al mercado sin miedo, pues ya teníamos suficientes temores y en estos tiempos nos tocó hasta temerle a las ganas de ir al baño. Con miedo se gasta más, se vive menos y honestamente un pueblo tan noble como este no merece esto.

Ángel Mendoza / Abogado

@angelmendozaqui