Ingvar Kamprad. Este es el nombre del multimillonario sueco dueño y fundador de la mayor empresa productora de muebles del mundo, Ikea. La fortuna que acumula supera ya los 65.000 millones de euros y llegó a ocupar el cuarto puesto de los hombres más ricos del mundo de la revista “Forbes”. Su fortuna no se ha evaporado pero ya no es dueño de los puestos más relevantes en la lista. Teniendo en cuenta el gran entramado financiero resulta complicado separar su fortuna, la de sus hijos y la de la fundación Interogo que se creó a finales de los ochenta en Liechtenstein.

La sede de Ikea está actualmente en Holanda y poco a poco ha ido delegando sus negocios en Peter, Jonas y Mathias, sus tres hijos.

Su historia

El fundador de Ikea nació hace 90 años en la provincia sueca de Småland, una región al sur del país muy rural. A los diecisiete años, gracias a la pequeña suma de dinero que su padre le regaló por sus buenas notas en el colegio, decidió ampliar la venta que ya hacía, incorporando los muebles que los granjeros de la zona fabricaban a mano. De las postales navideñas, lápices y tablas de decoración que vendía a los diez años, llegó a crear el mayor imperio del mueble jamás conocido.

Un rico tacaño

Lo que se conoce de él no es sólo la fortuna que ha creado. También es bien conocida su tacañería y episodios que corroboran estos comentarios. Se hospeda en hoteles sencillos y vuela en clase económica, dejó de utilizar su viejo Volvo 240 porque su mal estado no permitía la conducción segura y se corta el pelo cuando va a países del Tercer Mundo, alegando que en Holanda un corte de pelo cuesta 22 euros. Además, Kamprad, asegura que toda su ropa es de segunda mano. "Está en la naturaleza de los de Småland ser agarrados", afirmó en un programa de televisión sueco emitido a principios de este marzo.

También existen varios episodios más oscuros del multimillonario que no se han mantenido al margen de la opinión pública. Sus simpatías adolescentes por el partido nazi fueron calificadas por él mismo como "el mayor error de mi vida" y escribió a sus empleados una carta disculpándose por el acontecimiento. Además, su país natal le puso la cruz al trasladar en 1973 la sede de la empresa a Copenhague, con el fin de esquivar los impuestos del Gobierno sueco y fijar su residencia en Suiza.

Actualidad Laboral / Con información de Forbes