Luego de la fundación de la Confederación Sindical Internacional (CSI) el 1° de noviembre de 2006, en Viena-Austria, con la fusión de la Confederación Internacional de Organizaciones Sindicales Libres (CIOLS) y la Confederación Mundial del Trabajo (CMT), tocó el turno a las centrales a nivel regional, la Organización Regional Interamericana del Trabajo (ORIT) y la Central Latinoamericana de Trabajadores (CLAT), las cuales dieron lugar a la Confederación Sindical de las Américas (CSA), cuyo congreso inaugural se realizó en la ciudad de Panamá. En el caso específico de Venezuela, aún cuando muchos nos inclinemos a una necesaria unificación, al menos programática, los niveles actuales de polarización y fragmentación por razones políticas hacen lucir este reto como una verdadera utopía.

Si bien son muchos los cambios que en el mundo del trabajo demandan una nueva forma de organización que permita dar respuesta a problemas de carácter global, existen algunos elementos que vale la pena resaltar, como posibilitadotes e impulsores del proceso de integración. “Desde el fin de la Guerra Fría y la disolución de la Unión Soviética, la Federación Sindical Mundial (FSM), que agrupaba a las centrales con fuerte influencia comunista, perdió relevancia como actor en la esfera sindical internacional. Al mismo tiempo, el liberalismo económico y la globalización perjudicaron a las organizaciones sindicales, generaron una creciente pérdida de afiliados, redujeron su peso político y provocaron problemas económicos. El acercamiento entre las CIOLS y la CMT se debió en buena medida al reconocimiento de que, frente a estas tendencias, algunas viejas divisiones resultaban anacrónicas”. (Wachendorfer, 2007, p. 33).

Adicional a esto, es también una realidad el surgimiento y desarrollo de las corporaciones transnacionales, lo que ha tenido un impacto importante sobre los modos de acción del movimiento obrero internacional. “En efecto, la importancia económica y política de esta nueva forma de organizar la producción a escala mundial, se ha visto reflejada en el lugar central que juega en los planteamientos actuales de las centrales sindicales internacionales. Parece ser, como lo afirman algunos autores, que con el desarrollo de las transnacionales, el sindicalismo internacional finalmente ha encontrado su vocación” (Campero y Zapata, 1978).

En Santa Fé de Bogotá, en la semana de la Paz, el 12 de septiembre de 2001, la CLAT y la ORIT suscribieron un Acuerdo sobre Unidad de Acción y Programática; con respecto a la necesidad de preservar esta unificación es importante destacar tres aspectos: en primer lugar, con respecto a la justificación de los procesos de unificación, se deja claro que los graves problemas económicos y sociales actuales y los cambios generados por la revolución científica y tecnológica exigen nuevos esquemas de organización y acción; en segundo lugar, queda claro que esta unidad no está reñida con la conservación de un profundo respeto a las identidades, proyectos, políticas y estrategias, estructuras y organismos existentes; finalmente, con respecto a los objetivos de la unidad, se plantean los siguientes:

  • La defensa del empleo, trabajo digno, salario justo, seguridad social universal y solidaria, educación integral (educación para la vida, formación para la acción y capacitación para el trabajo);

  • Promover la defensa, respeto y observancia de las normas laborales fundamentales que se refieren al respeto de la libertad sindical, la promoción de la negociación colectiva, la prohibición del trabajo infantil y el trabajo forzoso y no discriminación en el empleo;

  • Lograr el pleno respeto y observancia de todos los derechos humanos;

  • Lograr la eliminación de la deuda externa y propugnar a favor de un desarrollo integral y sostenible.


Todavía están por verse los beneficios del proceso de unificación y si esto realmente constituirá una verdadera transformación y no sólo la réplica de la burocracia de las organizaciones anteriores. Algunos se mantienen dudosos con respecto a dichas virtudes de la unificación, pero otros confían en un verdadero cambio. En todo caso, independientemente de que se consolide una unidad en términos orgánicos, es claro el reconocimiento de la existencia de problemas comunes, en el mundo, en la región y también en Venezuela, refiriéndonos a todos los que en este país habitamos.

En el caso de nuestro país, la reconstrucción del aparato productivo y el desarrollo de políticas públicas que se orienten a la productividad y al incremento de la calidad de vida exigen un programa compartido. Ya es hora de trabajar todos juntos en ello, concibiendo un programa de trabajo compartido que pueda ser desarrollado en la medida en que se promueve una verdadera renovación y refundación del movimiento sindical en el país.

Gustavo García / Industriólogo

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