En los últimos 17 años los venezolanos hemos tenido la desgracia de servir de conejillos de indias de cuanto esquema económico de izquierda trasnochada que todavía pululaban en el baúl de los recuerdos. Todos los ensayos apuntalados por dos factores indispensables para continuar dichos experimentos por más tiempo de los pocos meses que hubieran durado en países democráticos funcionales; el carisma de un líder locuaz, y un ingreso de renta no ganada sino fortuita producto de elevados precios del petróleo. En Corea del Norte y Cuba los experimentos pudieron durar más gracias a regímenes totalitarios con vocaciones implacables de control de su población.

Primero fue la formula ejercito/pueblo/caudillo de Norberto Ceresole, luego gracias a la infatuación de nuestros gobernantes, vinieron los Castro tratando de proyectar a un país con abundantes recursos sus descalabros económico,s con los que lograron que las tierras más fértiles del Caribe quedaran cubiertas por una suerte de cují cubano conocido como marabú. Y ahora, que por fin La Habana hace sus paces con Washington, en un intento por regresar al capitalismo sin perder el control político absoluto sobre su población dejando a Venezuela en la peor situación económica de su historia, pareciera que vamos al próximo experimento fantasioso de la mano del Partido Podemos español.

Al menos eso se desprende de las primeras declaraciones del recién nombrado rector de la economía venezolana, el sociólogo Luis Salas, las cuales nos ilustran algunos de los rasgos del nuevo experimento ibérico. Según ellas, la raíz de nuestros males es una mítica guerra económica, la inflación no cuenta y de existir es culpa exclusiva de la especulación de los malvados comerciantes, las colas son culpa de la población que se empeña en comprar demasiados productos, y quienes dicen que esta es la peor situación económica de nuestra historia reciente son unos “catastrofistas”.

Afortunadamente en el Gabinete Económico hay otras voces más sensatas que parecieran indicar que hay algo de voluntad por tomar medidas sensatas en la dirección requerida. De cuál de las dos visiones se imponga dependerá si seguimos siendo conejillos de indias, o si se empieza a ver una luz al final del túnel que haga de 2016 el año en que finalicen los experimentos fallidos.

Aurelio F. Concheso / Ingeniero

@aconcheso