El tripartismo y todas las otras formas de diálogo social en el ámbito de las relaciones laborales deben renovarse y extender su alcance a nuevos actores que surgen producto de los cambios en el mercado y como consecuencia de las transformaciones en los contextos nacionales e internacionales. Si bien este es un reto global, es decir, constituye tarea pendiente para todos los países, en América Latina deben superarse primero ciertos obstáculos que impiden el cumplimiento de las condiciones mínimas para una interacción madura y productiva entre los actores del sistema.

En el caso venezolano, como barrera fundamental para ello, también debe agregarse la presencia, desde siempre, de un Estado sumamente interventor, que impide un diálogo entre iguales y disminuye la capacidad de acción de las organizaciones de trabajadores y empleadores; todavía más difícil es la situación actual, en la que el gobierno se plantea una ruptura con los esquemas de organización tradicionales para la construcción de un nuevo modelo de sociedad, que realmente no ha contribuido con un fortalecimiento de las instituciones, sino que por el contrario parece reproducir los mismos esquemas del pasado.

En relación con los obstáculos para el éxito del diálogo social en América Latina, Giuzio (2005), aporta los siguientes elementos:

  • Una democracia política imperfecta o incompleta, una distribución de la renta reconocida como la más desigual de todos los continentes, la dependencia económica, las políticas de ajuste continuado, que han debilitado a los actores sociales y a los gobiernos.

  • No se cuenta con organizaciones de trabajadores y empleadores fuertes, independientes y representativas.

  • Los movimientos sindicales son débiles y atomizados y la estructura sindical es, en general, inadecuada.

  • En las organizaciones de los empleadores predomina la estructura monista, es decir, las organizaciones se ocupan de defender y promover los intereses económicos de sus miembros y al mismo tiempo representar los intereses del sistema de relaciones laborales.

  • Las sociedades son altamente conflictivas. Los protagonistas del diálogo social no parecen contar con la preparación que los haga llevarlo adelante de manera eficiente.


En el caso venezolano, tal como lo plantea Carballo (1997), el modelo de relaciones de trabajo venezolano gravita en torno a la figura de un Estado-árbitro, “al cual ha correspondido tradicionalmente la fijación unilateral de las reglas que rigen la interacción entre capital y trabajo; y –sobre todo- la preservación de la paz laboral” (p. 95). “Así, el estado paternalista a través de una prolija regulación del fenómeno laboral, al lado de una concepción contraria a la conflictividad laboral, confinó a estrechos límites a la autonomía colectiva y –en consecuencia- signó con una profunda debilidad al sistema de relaciones de trabajo. (p. 95).

“Las experiencias de diálogo y concertación social en Venezuela se han desarrollado en el marco de profundas crisis económicas y políticas, sin que hasta el momento dicho proceso se hubiere adelantado a través de canales institucionales que le brinden permanencia y regularidad. El diálogo y la concertación responden a coyunturas que el Gobierno de turno pretende sortear con el concurso de empleadores y trabajadores; muchas veces con el único objeto de legitimar las políticas diseñadas unilateralmente y así apaciguar la conflictividad laboral”. (Carballo, 1997, p. 106).

El que se produzca y se mantenga el diálogo social exige el cumplimiento de algunas condiciones básicas, las cuales son destacadas por diversos autores y por la propia OIT; a continuación se ofrecen algunas de las más importantes expuestas por Giuzio (2005):

  • Vigencia de las libertades políticas y en especial de la libertad sindical

  • Existencia de organizaciones de trabajadores y de empleadores sólidas, independientes, representativas y con la capacidad técnica y el acceso a la información necesarios

  • La buena fe y la intención verdadera de cumplir con los compromisos que se asuman

  • Consenso y voluntad de las partes en cuanto a la conveniencia o necesidad del diálogo, es decir, de una cultura del diálogo

  • Visualización del tema sobre el que se debate como vital para el desarrollo de las organizaciones

  • Un nivel adecuado de información sobre el tema en debate y del contexto social


Adicionalmente, los cambios en el entorno, según lo plantea Quiñones (2005),  “han impuesto retos importantes a las modalidades clásicas de acción, tanto de las organizaciones de trabajadores, de los empleadores y sus organizaciones, como del gobierno, actores principales de las relaciones laborales, y cada uno se ve exigido a asumir nuevas funciones, así como renovadas formas de comunicación, de diálogo social, a la luz de estos acontecimientos” (p. 10). En definitiva, nuevos escenarios, con problemas nuevos, exigen también innovadores procesos para su resolución. Este diálogo social “renovado”, tal como lo denomina Quiñones (2005), exige, según la autora, cambios en cuatro dimensiones fundamentales:

  • Con respecto al ámbito funcional (qué se discute): debe procurarse no reproducir el ámbito funcional de las viejas ordenanzas laborales

  • Con respecto al ámbito procesal (cómo dialogar): debe innovarse en cuanto a las formas, las circunstancias, el grado de institucionalización y/o formalización del diálogo

  • Con respecto al ámbito subjetivo de aplicación (quiénes participan y/o son representados): se hace necesario integrar otras fuerzas y/o intereses sociales que no se contemplan o sólo se contemplan indirectamente en el diálogo social tradicional

  • Con respecto al ámbito espacial de aplicación (dónde se produce): cada vez menos las fronteras se asocian a los límites geográficos, de modo que las líneas divisorias imaginarias se extienden más allá de los tres principales niveles de su estructuración: la empresa, la rama y la nación


El reto que se plantea, en un clima de inestabilidad y tensiones permanentes –entre actores, estructuras, normas, etc.- alcanzar consensos básicos sobre cómo construir un nuevo modelo de desarrollo y ciudadanía y generar normas e instituciones para gobernar la democracia (Quiñones, 2005).

Referencias

Carballo, César (1997). Diálogo social y Tripartismo en Venezuela: hacia un nuevo modelo de relaciones de trabajo. Revista sobre Relaciones Industriales y Laborales, N° 33. Caracas: Universidad Católica Andrés Bello.  pp. 95-110.

Ermida, Oscar (2006). Diálogo social: teoría y práctica. Boletín del Centro Interamericano para el Desarrollo del Conocimiento en la Formación Profesional, N° 157. pp. 11-25.

Giuzio, Graziela (2005). Los sujetos del diálogo social: Los sindicatos, los empleadores y sus organizaciones y el estado. Experiencias concretas en América Latina y Europa. Boletín del Centro Interamericano para el Desarrollo del Conocimiento en la Formación Profesional, N° 156. pp. 33-49.

Quiñones, Mariela (2005). Las nuevas dimensiones del diálogo social. Boletín del Centro Interamericano para el Desarrollo del Conocimiento en la Formación Profesional, N° 156. pp. 9-31.

Gustavo García / Industriólogo

[email protected]