Con el trimestre que finalizó la semana pasada, son doce los trimestres perdidos desde que el Presidente Maduro se juramentó, sin que haya acción eficiente alguna para corregir las distorsiones macroeconómicas. Lejos parecen aquellos días de abril de 2013, cuando el petróleo (WTI) estaba cerca a los $ 60. El $ libre en Bs.28, las reservas internacionales en $ 26,000 millones, y la inflación anualizada en 28%. Tan factible parecía tomar las medidas sensatas necesarias para reajustar y reconducir la economía en ese momento, que en los mercados financieros se observó una reducción importante del Riesgo País.

Lo sucedido, o mejor dicho lo que no ha sucedido, en este primer trimestre de 2016, subraya los inmensos costos sociales de la inacción, o peor todavía, la escogencia permanente del sendero equivocado ante cada cruce del camino en opciones de políticas económicas. Petróleo en $ 30 y tanto, $ libre a más de Bs 1,000 (¡35 veces más caro que en 2013!) reservas internacionales en $ 13,000 millones (en otras palabras reducidas a la mitad mientras los billetes en circulación se multiplicaron por 6), y una inflación anualizada que el no se atreve ni a publicar, pero que extraoficialmente se sabe que excede el 300% y que  a este paso pudiera estar llegando al 500% para mediados de año.

La actuación del gobierno del Presidente Maduro es un caso digno de estudio para las cátedras de economía de las principales universidades del Mundo. En el trimestre se tomaron medidas aisladas y a medias, y las más medulares, como una reforma a fondo del sistema cambiario quedaron a medio hacer, mientras que se perdía tiempo pretendiendo distraer a los empresarios y la opinión pública con unos míticos motores microeconómicos que no tienen el más mínimo chance de despegar si no se enfrenta la madre del cordero. Una economía desquiciada y asfixiada por controles de precios inmanejables e inviables, un sistema de cambio kafkiano, y una gigantesca impresión de dinero sin respaldo que inyecta cada vez más circulante para producir cada vez menos bienes cuya producción, y distribución, para colmo se restringe con medidas aisladas y absurdas como una suerte de asueto que apunta a ser permanente.

En 1972, el inimitable Miguel Thoddé narraba por radio una pelea del ídolo nacional Betulio González donde a decir del locutor, en aquel lejano Bangkok,  Betulio iba hacia un triunfo irreversible, hasta que llegó su famosa frase “Se cayó Betulio”. Tal vez el efecto de la mentalidad de “carretas en laager” prevalente en Miraflores, sea el motivo de la inacción, pero por el bien del país esperemos que esto cambie antes que lleguemos a tener que oír ese último comentario de Thodde en aquel histórico match de boxeo .

Aurelio F. Concheso / Ingeniero

@aconcheso