En la reciente Asamblea Anual de Fedecámaras, se puso de manifiesto que la manía de no enfrentar la realidad que nos agobia, al menos en lo que a manejo macro económico se refiere, no es un monopolio del equipo económico gubernamental, sino que-tal vez por efecto contagio o por fuerza de costumbre- se hace extensivo a muchos de los técnicos que asesoran o aspiran a asesorar a los dirigentes políticos de la MUD.

Decimos esto porque, luego de oír de parte del distinguido economista peruano Don Pedro González, miembro del equipo económico que en 1990 implementó las medidas con que arrancaron literalmente de cuajo el morbo de la hiperinflación, parándolo en seco en un trimestre, sorprende que algunas de las recomendaciones que están sobre la mesa sean más del sí pero no que ha caracterizado a la toma de decisiones de ajuste venezolanos de los últimos 33 años. Es decir, la pretensión de que con medidas graduales se puede revertir el desastre que se ha vuelto la economía del país.

El nudo gordiano de estas políticas es, por supuesto, la política cambiaria. Con gran tino, Fedecámaras, Consecomercio y Conindustria han venido insistiendo que el punto de partida de cualquier ajuste tiene que ser una unificación y liberación cambiaria inequívoca. Obviamente esta medida tiene que estar acompañada de otras sin las cuales esa unificación no sería sostenible, pero quien pretenda a estas alturas, como le oímos a un distinguido asesor económico del otrora candidato presidencial opositor, sacarnos del marasmo con el paño caliente de de una unificación cambiaria “sin abrir todavía la cuenta de capital”, está seguramente sentando las bases para un colapso mayor.

Su propuesta incluye la esperanza de que alguien va a ser tan ingenuo como para invertir (vía la cuenta de capital claro está) en un país donde sus dólares son bienvenidos, siempre y cuando no haya la más remota posibilidad de re exportarlos sin traspasar el cerrojo de una burocracia rapaz. A eso se añade la ingenua suposición de que, por demás, los incautos inversionistas no van a tener problema en rascarse sus bolsillos para prestar dinero en Venezuela a tasas de interés reales negativas como las que ahora existen ¡Por favor!

Es necesario que los vendedores de ilusiones despierten y digan la verdad al país en torno a las medidas contundentes que se precisa implementar. Un buen ejemplo por donde comenzar sería dejar de engañarnos y “seguir el ejemplo que el Perú nos dio”.

Por Aurelio F. Concheso /Ingeniero

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