Un empresario en constante crecimiento y formación. Sencillo. Sólo transmite honestidad cuando habla de sus planes, siempre en Venezuela. Aunque las condiciones económicas del país lo obligan a definir más en el corto plazo, su mirada está puesta más allá: en lo que puede lograr el país con seguridad jurídica y respeto a la propiedad e iniciativa privadas.

Tejiendo su futuro

Una carrera empresarial que comenzó hace cuatro décadas cargando rollos de telas. Así inició Carlos Henrique Blohm, su paso por Telares de Palo Grande, la empresa del abuelo Henrique Blohm. Ese era el trabajo que realizaba, cada verano, cuando tenía 14 años. Con 17 años ya se encargaba de “ hacer cálculos matemáticos sobre carga de trabajo y optimización de la producción, con mi papá que era el ingeniero”.

Concluídos sus estudios de Ingeniería Mecánica y Economía, en el Instituto Tecnológico de Massachusetts, además de un Master en Administración, en la Universidad de Harvard, y tras 2 años en un área distinta a la textil, se dedicó a la empresa familiar.

Dos deudas, una empresa

Asumió la Presidencia de Telares de Palo Grande, a partir del año 2005. Tenía el 35% de las acciones. Fue una época difícil para la compañía “cuando llegué en el 81, tuvimos dificultades, con la devaluación del 83, nos quedó una deuda muy grande”, recuerda este empresario heredero de una gran dedicación y mística por el trabajo. A la par, asumió otra deuda, con la abuela materna quien le prestó el dinero para comprar la participación.

“Ella siempre me respaldó, la verdad que fue una abuela muy generosa y los ahorros de ella vienen de mi abuelo, quien trabajó por más de 50 años exportando café y cacao venezolano”, comenta orgulloso del legado de los abuelos Fahrenberg. Mientras que la deuda de la compañía le tomó más tiempo solventarla, de lo planeado “pensé que me iba a tomar 5 años resolver esa deuda (…) me tomó 18, fue hasta el año 99 que pude reducir el negocio lo suficiente para vender los activos y pagar las deudas”.

A primera vista, Carlos Blohm luce como una persona muy reservada, pero agradable al trato y respetuoso con su interlocutor. Tales atributos los utiliza para evadir como todo un caballero, la curiosidad por los montos de las deudas que en algún momento ocuparon sus pensamientos, cuando apenas tenía 25 años. “La inversión fue relativamente pequeña comparada con la deuda que era prácticamente 50 veces mayor de lo que pagué por las acciones”, dice entre sonrisas, como cuando se supera airoso un obstáculo.

El reto

Al revisar el camino transitado al frente de Telares de Palo Grande, este empresario no duda en calificar como una “buena enseñanza”, el proceso para superar la crisis de sus primeros años en la compañía. “Eso nos enseñó a concentrarnos en lo que éramos competitivos y hoy en día somos una empresa que está cumpliendo 95 años”, con más de 1.600 accionistas, entre trabajadores y familia. Estos últimos mantienen la mayoría.

“Llegamos a tener, en el año 92, un lapso de 2 años, que entramos en moratoria, en cesación de pagos, con síndico y todo (…) salimos, pagamos la deuda y seguimos, los proveedores nos ayudaron, los bancos nos ayudaron, todo el mundo se puso de acuerdo en asamblea de acreedores y nos permitió salir adelante”, recuerda con satisfacción.

Explica que tuvo que decidir cuál de los negocios del abuelo, que “eran más de 20”, podía sobrevivir en Venezuela y de ahí seleccionar el ítem más competitivo “de las 40 telas que hacíamos”. Así que centraron su atención en las toallas.

“Mi proyecto es Venezuela”

Este empresario venezolano, sexta generación de inmigrantes alemanes, no duda en expresar su amor por este país. “Una Venezuela competitiva es un gran proyecto, una Venezuela con estado de derecho es un gran proyecto, esas son las dos cosas que me rigen”, comenta decidido. Con empeño y dedicación, no duda en colaborar con sus trabajadores, sus colegas empresarios, sus amigos, su familia.

Desde su empresa, se ha esforzado por acercarse a todos, sin distinción. Ha puesto el acento en el área de recursos humanos “me ha gustado poder desarrollar un equipo de gente joven, y de una relación con los operarios muy estrecha, ha sido un aprendizaje oírlos; cercarme a los clientes para ver qué necesitan, a los proveedores”.

Su proyecto de país incluye la relación de su compañía con la comunidad. Con satisfacción cuenta que la escuela de Fe y Alegría, ubicada al lado de la planta en Ruiz Pineda, que hoy alberga 320 alumnos, en algunos años podría atender a más de mil estudiantes, con el aporte de Telares de Palo Grande. “Estamos haciendo 3 aulas más, estamos poniendo una cantina, estamos metiendo administración, contratando a una directora”.

En su actividad gremial, exalta su participación como Director de CONINDUSTRIA y VenAmCham. En este último fue presidente durante el período 2010-2011. “Son dos grandes instituciones que el sector empresarial ha hecho en Venezuela y que son realmente ejemplos de centro de información y de guía hacia sus miembros”, dice.

Formar una generación de relevo, también es parte de la vida de Blohm. Por 3 años, fue Profesor de Iniciativa Empresarial, en la Universidad Católica Andrés Bello. Y en el Centro de Divulgación del Conocimiento Económico (CEDICE), participa en el Programa Economía para Jóvenes.

La Asociación Civil Buena Voluntad, organización sin fines de lucro que busca lograr la inclusión socio laboral de personas con discapacidad o diversidad funcional, también cuenta con el apoyo y participación de Carlos Henrique Blohm, como Director “poco, pero si participo”. Así cree y trabaja en lo que considera su proyecto: Venezuela.

Actualidad Laboral /ASS