Diversas publicaciones señalan que uno de los retos planteados para la Región, es mejorar la productividad de los factores que se utilizan en el proceso productivo. Los logros obtenidos en el último decenio, en cuanto al crecimiento del producto, expansión del aparato productivo, empleo e ingreso de los asalariados, reducción de la pobreza y la desigualdad, entre otros, fue el resultado del mayor acceso de las materias primas al comercio global, en condiciones de precios que permitieron incrementos importantes en las cuentas fiscales y en la balanza de pagos. Sin embargo, este ciclo positivo no fue lo suficientemente aprovechado, como para fortalecer la cadena de valor y la integración de los sectores, hecho que incide en la sostenibilidad del ciclo positivo, al observar hoy las implicaciones en la economía real de la caída del valor de las exportaciones para éstos países, lo cual se refleja en la disminución de la actividad productiva y obliga a repensar las estrategias de crecimiento.

Las cifras recientemente publicadas por los organismos multilaterales, reflejan claramente el descenso de la tasa de crecimiento, lo que alerta, acerca del futuro cercano. De allí la exigencia de ajustar la política económica y social, a fin de preservar lo ganado y promover los cambios necesarios para revertir las tendencias, ello requiere de un esfuerzo combinado público privado, a fin de atacar las limitantes presentes con mayor o menor intensidad en los distintos países, a objeto de retomar la senda de crecimiento.

En general las preocupaciones giran en torno al incremento en la productividad de las factores, a fin de facilitar la integración del aparato productivo a una economía globalizada, disminuyendo el peso de las materias primas en la composición del producto y en el valor de las exportaciones, sujetas a variaciones inesperadas en el mercado internacional.

Esta estrategia exige la presencia de un entorno macro económico estable, que facilite el incremento de las inversiones, su mayor eficiencia, el fortalecimiento de la cooperación público privada en un contexto de políticas públicas que preste la debida atención a la salud, a la educación, a la infraestructura, a la formación y capacitación de la fuerza laboral y muy en especial a la educación superior y a la investigación tanto básica como aplicada, ya que la innovación y creatividad, constituyen un elemento fundamental para generar conocimiento dirigido a la transformación productiva y mejorar la calidad y condiciones de vida de la población.

Para lo anterior se requiere contar con instituciones capaces de conducir con eficiencia y eficacia las reformas a emprender, puesto que sus resultados facilitaran el crecimiento sostenido del aparato productivo en un entorno que genere nuevas oportunidades de empleo e ingreso para las familias disminuyendo las desigualdades y eliminado la pobreza extrema.

De allí la importancia en nuestro caso, de diseñar una estrategia de crecimiento y recuperación del aparato productivo, que tome en cuenta no solo la recuperación del equilibrio macroeconómico sino la viabilidad del esquema institucional garante de la implantación de las políticas públicas responsables por los cambios necesarios para maximizar el uso de los factores productivos. No tenemos tiempo que perder.

Maritza Izaguirre / Socióloga