Una interrogante pertinente al observar el grado de desquicio de la economía venezolana es preguntarse ¿quién manda aquí? En los últimos meses el grado de incoherencia ha aumentado de manera exponencial, y los resultados de ese sesgo multicéfalo no se hacen esperar.

Por supuesto, no es que no existiera antes. Pero tal vez podríamos colocar el inicio de la nueva etapa en el momento cuando ocho gobernadores de Estado asumen políticas de comercio exterior del territorio que gobiernan, y lo hacen sin sonrojo ni temor alguno, yendo en una dirección totalmente opuesta a la del Gobierno Central.

Todo comenzó en el Zulia hace unos meses cuando el gobernador a le pidió a los empresarios de supermercados que importaran con recursos propios-obviamente a la tasa libre o paralela-por vía terrestre. Y que él se ocupaba de cubrirle las espaldas ante nimiedades como el pago de aranceles y el cumplimiento de lo dispuesto por la policía de precios. Pero, además, que tuvieran en cuenta que los precios de referencia deberían estar por debajo de aquellos con los que trabajan los llamados bachaqueros.

De inmediato se llenaron las estanterías, pero, como es de suponer, a precios que solo eran accesibles a un 20% de la población. Un paquete de Harina PAN colombiana, que el Gobierno Central aspira que se produzca localmente en Bs 190 comenzó vendiéndose en unos Bs 1800; precio alto sí, pero menor de lo que ofrecían los bachaqueros. La experiencia fue tan exitosa que el Gobernador del Estado Bolívar inició su propia política de comercio exterior similar, pero en este caso con Brasil, de donde según algunos reportes hoy llegan hasta 50 gandolas diarias por Santa Helena Uairén, con destinos que alcanzan hasta Barcelona.Otros estados fronterizos, como Táchira, Falcón y Sucre han establecido sus propias políticas, aunque con variantes muy especiales.

Pero el multicefalismo no queda ahí. Quizás donde es más prevalente es en el campo monetario. Desde hace tres años el Banco Central comisionó la producción de litografía para billetes de Bs 200 y 500. Esas placas descansan en las bóveda de la Casa de la Moneda sin que nadie se haya atrevido a imprimir un billete mayor que el de Bs. 100, pulverizado a valer $0,05 a la tasa libre más reciente, lo cual crea un gigantesco problema de circulante en el que los cajeros, limitados físicamente a dispensar 40 billetes (es decir $ 2,00 por cada transacción) están al borde del colapso.

Haciendo caso omiso a esa limitante, otra facción de conducción de política monetaria se le ocurrió incrementar sustancialmente la impresión de billetes para los pagos de fin de año, en un momento en el que no hay como ponerlos en circulación como no sea dejándolos caer de un helicóptero. Claro que se podrá decir que estamos exagerando porque hay puntos de venta por doquier, hasta en manos de los bachaqueros y los perrocalenteros. En parte es verdad, pero no toma en cuenta el cerro de puntos de venta dañados sin posibilidad de reparación que se está acumulando.

El desenlace inevitable de esta situación no es nuevo, como sucede en economías hiperinflacionarias, aparecerá otro medio de pago. En Zimbawe fue el Rand sudafricano, en Latinoamérica el Dólar, de los cuales circulaban internamente 9,000 millones durante la hiper inflación Argentina en el momento en que hicieron la reforma monetaria.

El amanecer de esa nueva etapa tal vez se produjo esta semana cuando una panadería de Caracas colocó un letrero de “Acepto US Dólares a Bs 2,000 en efectivo”, quien me lo informó pagó su café de Bs 700 con un verde y le devolvieron Bs. 1,300.

Se pregunta uno si ese primer uso del dólar para operaciones de menudeo en la propia capital de la República es fortuita, o si hay alguien en las entrañas del régimen con una agenda propia de dolarización de la economía, agenda que está siendo favorecida por un coctel perverso de incipiente hiperinflación con la ausencia de medios de pago en bolívares en la calle, mientras las imprentas de Maracay siguen con la lengua afuera y electrónicamente se potencia el aumento de un circulante que ya ni circula.

Aurelio F. Concheso / Ingeniero

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@aconcheso