Uno de los anuncios más reiterativos que en materia de mercado de trabajo se hace desde el gobierno nacional es la disminución de las tasas de desocupación en primer lugar, y en segundo lugar, los porcentajes de trabajadores ocupados en el sector informal de la economía. No puede negarse que se trata de un signo positivo si nos basamos exclusivamente en esos porcentajes, sin embargo el mercado laboral es bastante más complejo, por lo que se requiere ahondar en la comprensión no solo de estas cifras, sino también complementar con otros indicadores que permitan entender mejor los ámbitos en los que se requieren el diseño de políticas que mejoren sus circunstancias.

Según el último boletín sobre la Situación en la Fuerza de Trabajo, publicado por el Instituto Nacional de Estadística (INE) correspondiente al primer semestre del presente año, la proporción de trabajadores ocupados en el sector informal de la economía era de casi 41 personas por cada 100. En términos absolutos estamos hablando de 5.115.951 trabajadores informales, 165.300 más respecto al primer semestre del año 2013. Si bien la proporción se ha reducido de forma sistemática desde principio de la década del 2000, en  términos absolutos el país siempre ha mantenido más de 5 millones de trabajadores ubicados en este sector de la economía, lo que significa que el país sigue teniendo el mismo problema de forma casi estructural.

La informalidad en buena medida es inherente a características negativas que abren paso a un círculo vicioso que va de la baja productividad a la pobreza y viceversa; por ello la informalidad es costosa en términos tanto económicos como sociales. Esos más de 5 millones de informales no cuentan con el amparo de la legislación laboral, lo que se traduce en carecer de protección social y por supuesto, en la imposibilidad de disfrutar y menos defender sus derechos fundamentales como trabajadores.

Las unidades económicas de este sector difícilmente tienen acceso al crédito y por lo tanto la formación de capital para su crecimiento y desarrollo se ven coartadas. Se trata de un número nada despreciable de trabajadores en pequeños negocios que no tienen posibilidades de entrar en la economía de gran escala, lo que compromete en buena medida el éxito económico del país haciéndolo cada vez menos competitivo a nivel internacional.

Quizás lo más importante es que la presencia de grandes contingentes de trabajadores en la informalidad revela la presencia de institucionales débiles y de un gobierno con políticas inadecuadas o inexistentes para atacar el problema. Es por ello que entre las tantas prioridades que como país identificamos para superar la situación actual de crisis, reducir la informalidad debería ser uno de los principales objetivos si se quiere apuntar hacia el desarrollo económico y social de la nación a través de la promoción del trabajo decente.

Genny Zúñiga/Socióloga

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