Con mucha atención leía el domingo una reseña que daba cuenta de lo abarrotados que se encuentran los servicios de psiquiatras y psicólogos. Pero mayor fue mi sorpresa al leer que una alta funcionaria de Salud, pareciera restarle importancia a este dato pues para ella ir al psicólogo o al psiquiatra es igual a ir con el internista o médico de familia.

En su opinión estos especialistas tendrían que estar en las escuelas y trabajos, no solo en hospitales, "pues es el que te va a apoyar en los procesos del desarrollo humano".

Siendo claros, yo no voy al dentista sino una vez al año. Muy poco voy al internista salvo en caso de dolencia extrema. El venezolano promedio ni es reposero ni se la pasa en médicos, más bien prefiere la automedicación lo cual es casi tan terrible como no ir al médico. Somos generaciones de mentol y acetaminofén que no se detienen por una gripe. Luego, cuesta creer que los psicólogos y psiquiatras deban estar en nuestro día a día y más cuesta creer que sea normal la estadística cuando refleja que los venezolanos cada vez estamos (o al menos nos creemos) más enfermos en la mente.

De inmediato recordé el libro de J. Ronson "¿Es usted un psicópata?" en el que se aborda con sentido crítico e investigativo la labor de los psiquiatras en el mundo moderno. El libro expone con una descripción abrumadora, la facilidad con la cual la psiquiatría nos considera enfermos utilizando rasgos que casi todo el mundo tiene. El libro también explica cómo el mundo corporativo y financiero recompensa las actitudes psicopáticas (como la falta de empatía) pero esto ameritaría otro artículo.

Volviendo a los datos, de acuerdo con las últimas cifras oficiales del Ministerio de Salud (2008) reseñadas en Últimas Noticias el domingo, ese año Venezuela registraba una prevalencia de 23,8% de trastornos de ansiedad, casi el doble de la media internacional (12% según la OMS). La Memoria y Cuenta del Min-Salud, según la prensa, demuestra que de 2010 hasta 2013, ha habido cambios drásticos sobre los pacientes atendidos por enfermedades mentales. En 2010 se realizaron 4.847 consultas externas y en 2011 se atendieron a 171.544 pacientes, lo que representa un salto de 3.439% ¡en apenas un año!

En esos años no había guarimbas, ni había crisis económica aguda; pareciera obvio el motivo por el cual en 2014 no hay cifras oficiales.

¿Y qué pinta el tema laboral en todo esto? Como todos deben recordar, en el año 2006 entró en vigor la Ley Orgánica de Prevención Condiciones y Medio Ambiente de Trabajo, con la cual es obligación del patrono a través de su Servicio de Salud, identificar, evaluar y proponer correctivos para "controlar las condiciones y medio ambiente de trabajo que puedan afectar tanto la salud física como mental de los trabajadores y trabajadoras en el lugar de trabajo o que pueden incidir en el ambiente externo del centro de trabajo o sobre la salud de su familia".

Menuda responsabilidad de la empresa, si repasamos los datos que acabamos de ver. Tenemos de esos datos que la cantidad de personas tratadas por estrés postraumático (robos, secuestros, etc.) se ha incrementado exponencialmente, así como aquellos casos de incertidumbre y estrés inescapable (persona decepcionada y con estrés prolongado porque cree que no se resolverá su situación).

Si vale la pena recomendar algo, es evaluar a sus trabajadores e identificar de dónde provienen todos estos estados mentales alterados. Debemos pedir al médico del Servicio de Salud que, de acuerdo a la clínica, le ponga escarcha cuando los motivos del estado alterado sean la escasez, la inseguridad, el altísimo costo de la vida, y que ahora hay que pagar hasta por respirar cuando se quiere tomar una vacación.

Con las hernias discales alguna vez se dijo que provenían de origen desconocido. En estas patologías mentales, el origen es bien conocido y no es justamente "con ocasión del trabajo". Vamos a parar en locos, pero hay que dejar bien claro que la culpa no es de la empresa.

Quisiéramos trabajar tranquilos. Sin apagones; sin salidas intempestivas en la jornada para comprar productos de aseo personal; sin guarimbas y con vacaciones de verdad. De nada sirve obligar al patrono a dar las vacaciones si el trabajador no puede disfrutarlas porque es imposible planificarlas.

En un país donde no tenemos botones de pánico pero sí camisas de fuerza, cuesta creer que le pidan al patrono mantener el nivel más elevado posible de bienestar físico, mental y social de los trabajadores y trabajadoras cuando el principal agente de riesgos es la falta de políticas públicas coherentes que nos protejan como ciudadanos.

Por: Ángel Mendoza / Abogado
Twitter: @angelmendozaqui