Este fin de semana tuve que llevar a mi hermano de ocho años a la clínica, con síntomas virales (de esos varios que hay en Venezuela ahora), mucha debilidad y dolor general, enrojecimiento, y sobre todo mucha fiebre difícil de controlar.

En medio de la angustia por su malestar, y un par de alucinaciones producto de la fiebre que incrementaron nuestra preocupación, acudimos al centro médico privado más cercano… En la sala de emergencias nos atendieron muy rápido (corrimos con suerte según la experiencia de otros), y comenzaron a examinarlo.

El diagnóstico inicial fue que tenía fiebre muy alta, pero no había nada para bajarla, sí, así mismo, la clínica no tenía ningún tipo de medicamento pediátrico ni de adultos para controlar la fiebre; a lo que la enfermera contestó, vamos a tratarlo con Cool-A-Ped (sirva el dato para mis lectores de este remedio alternativo).

Mi cara fue como la de muchos de ustedes probablemente, no salía de mi asombro, decepción y preocupación. Si no había tratamiento para un síndrome viral, cómo hacen los pacientes con padecimientos más complicados; cómo hacen sus familias para soportar que sus seres queridos se compliquen y hasta fallezcan solo porque se enfermaron en Venezuela.

Es por esta desagradable experiencia que he decidido titular mi artículo con una frase de la conocida canción de Celia Cruz: El Yerberito. Y es que, cada vez más nos vemos obligados a acudir a medicinas caseras, “guarapos” y trucos de las abuelas para curar las enfermedades.

Desde el punto de vista de la tradición cultural, me parece magnífico que podamos pasar todos esos conocimientos a nuevas generaciones. Pero desde el punto de vista de salud pública, estamos en graves condiciones.

Es injustificable que en este siglo, con nuestro petróleo, y una de las tierras más fértiles; tengamos que padecer por falta de medicamentos básicos; y falta de alimentos, repuestos, materias primas, pero en general: falta de voluntad para salir de este atolladero.

Y con esto no me refiero a usted que me lee, o a mi vecino de al lado; no, me refiero en general. Hay muchas voluntades individuales con ganas de “echar pa’ lante”, pero por alguna razón, hemos perdido la capacidad de sumar todas esas voluntades y lograr la meta.

Particularmente, salgo de mi casa con el mejor ánimo todas las mañanas, y entonces, comienzo a ver camino a la oficina las colas para comprar (lo que llegue) en el mercado, colas para comprar cauchos y baterías, colas para tomar el autobús, colas, colas, colas… Y el denominador común de la gente en la cola: apesadumbrados, hombros caídos, ceño fruncido, gente infeliz.

Así no era el venezolano, nunca hemos sido malhumorados, deprimidos e infelices. Qué paso en nuestra idiosincrasia que nos dejamos llevar por este desorden colectivo y lo vivimos como si no hay más salida, como si fuera normal vivir así.

Para cuando llego al trabajo, me consigo con las historias dentro de esas colas: ¡conseguí un kilo de leche! ¡Compré dos cauchos!  ¡Encontré las medicinas de la tensión!

No soy tan adulta, pero recuerdo que mis padres me llevaban a comprar comida, medicinas o lo que fuera y había tantas opciones que podíamos escoger. Siempre se ha dicho que el venezolano tiene mala memoria, pero no podemos olvidar que se puede vivir mejor, porque de hecho vivíamos mejor y lo hemos dejado perder.

Incluso para los que llevan años trabajando en las industrias del país, no es difícil recordar cómo eran los niveles de producción diez años atrás y cómo son ahora. Cuántas empresas han cerrado sus puertas, cuántos productos han desaparecido del anaquel, cuán costoso se ha tornado todo, y cuántas medidas han tenido que tomar muchas compañías para mantenerse a flote al menos por unos años más (si es que esto se mantiene o mejora ligeramente).

Volviendo al tema de las medicinas, para nadie es secreto que la mayoría de las empresas del ramo Químico-Farmacéutico se han visto en la necesidad de reestructurar su personal, para garantizar la estabilidad de los que se quedan.

Es muy duro ver a mi país así, pero es más duro ver  como la mayoría cree que no hay otra forma de vivir que esta… no me gusta ver cómo se incrementa la gente infeliz en el país “más feliz del mundo”.

Por último, unos remedios caseros para quien lo necesite:

-Infusión de Jengibre para el resfriado: es analgésico y antipirético.

-Eucalipto para liberar las vías respiratorias.

-Sopa de pollo (la de las abuelas): combate la irritación de la garganta.

-Y por supuesto: ¡Yerba Santa!

Ilyana León / Abogado

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