En el fabulario del conflicto cubano-estadounidense, la victoria del lado americano siempre se imaginó como un McDonald’s abriendo en La Habana. Pero esa simbología, como el diferendo, está vieja. Los nuevos iconos de la nación más poderosa no son las hamburguesas del histriónico payaso pelirrojo, sino la manzana de Apple o las letras de colores de Google. Y esas letras lucen en La Habana desde el 21 de marzo, cuando durante la visita de Obama el hombre de Google para Cuba, Brett Perlmutter, y el artista habanero Kcho inauguraron en el museo comunitario de Kcho un pequeño centro tecnológico con productos de la compañía para que los vecinos del barrio naveguen por la Red.

Google, en primera línea de salida para la tarea de extender por la isla el acceso a Internet —aunque la china Huawei lleva tiempo en Cuba—, simboliza la llegada del empresariado estadounidense. No un desembarco, como diría el lenguaje de la Guerra Fría, sino un amerizaje suave, que no asuste al huésped. El Gobierno cubano, dentro de lo que permitan las urgencias sociales, pretende conducir con pausa la entrada de capital del antiguo enemigo, o como ha dicho diplomáticamente Ben Rodhes, asesor de Obama, “la escala de la apertura”.

Según Engage Cuba la relación comercial entre Cuba y EE UU alcanzaría los 20.000 millones de dólares anuales, si como reclama este lobby el Congreso levanta el embargo. Mientras tanto, para engrasar el proceso, el Gobierno de Obama va improvisando licencias especiales, sobre todo para el ramo turístico. Starwood ha sido la primera compañía hotelera estadounidense en firmar un acuerdo con Cuba desde 1959. El 1 de mayo zarpará de Miami hacia la isla el primer ferri de Carnival después de medio siglo de línea interrumpida. Y la guinda: a finales de año se reanudarán los vuelos comerciales desde EE UU a Cuba. Con la hostelería cubana desbordada, sobre todo la de la capital, la red de hospedaje de Airbnb en la isla se ramifica y suma ya 4.000 domicilios.

El director de PayPal, Dan Schulman, ha avanzado que su empresa va a empezar pronto a hacer transferencias entre ambos países. Otro negocio para ellos serían las cuentas en línea si Cuba flexibiliza su banca, anticuada y por entero estatal. “Tendremos que dar un salto, y más que masificar el uso de tarjetas nos convendría ir directos hacia la banca móvil”, razona Ricardo Torres, del Centro de Estudios de la Economía Cubana.

Cuba tiene mil necesidades y EE UU ofrece mil y una soluciones, pero una entrada masiva de capital vecino no sólo escama al status quo sino que aviva el histórico espectro de la dependencia. “Nos pasó con España, después con Estados Unidos, luego con la URSS y ahora lo estamos pasando con Venezuela, y siempre ha sido fatal”, dice Omar Everleny Pérez Villanueva. “Lo ideal sería repartir nuestro comercio entre Estados Unidos, Europa y Asia”.

Actualidad Laboral / Con información de El País