Luciano Tourreilles viajó 22 horas en tres aviones distintos para llegar desde Uruguay a San José, California. Vino a participar en sesiones de asesoría y capacitación con mentores de Manos, una aceleradora de startups enfocada en emprendedores latinos. El viaje de una semana le costó 7,000 dólares.

La inversión —dice— valió la pena.

“Nunca pensé que en tres días fueran a cambiar la visión de mi empresa”, dice Tourreilles, que fundó tres empresas de internet y ahora intenta hacer crecer la tercera, SugarArts, desarrolladora de videojuegos para móviles. “Son unos ‘tiburones’ impresionantes”.

El uruguayo venía a Silicon Valley con ideas convencionales sobre cómo generar ingresos con sus juegos.

Pero en las sesiones con asesores como Jim Weldon, un mentor de negocios con muchos años de experiencia en el mundo digital, cayó en cuenta que SugarArts tenía el potencial de apostar a un nuevo modelo de negocios vinculando los juegos con la televisión —sobre el que no revela muchos detalles—.

“Cuando llegamos —relata Tourreilles—, Jim nos dice: ‘vos tenés entre manos algo más grande’”.

Silicon Valley, la zona entre San José y San Francisco que atrae a miles de emprendedores digitales —incluidos latinos—, es un lugar legendario porque aquí se construyen grandes fortunas e imperios tecnológicos de la nada. Es una región que supera a todas las demás en cuanto a su concentración de: capital de riesgo para apostar a ideas innovadoras, trabajadores altamente calificados y una comunidad de emprendedores e inversionistas experimentados.

Pero el Valle también ofrece otros factores menos tangibles que los startuperos no encuentran en sus lugares de origen.

Hay una manera de pensar diferente que, a la larga, genera empresas que revolucionan mercados o incluso crean otros que no existían.

Filosofía diferente

¿Cuál es esa mentalidad única que hace tan diferente a Silicon Valley?

Tiene varios ingredientes, según cuentan emprendedores e inversionistas latinos que llegaron aquí.

Pero hay dos o tres que son clave:

  • La obsesión por crecer una empresa a su máximo potencial y a la mayor velocidad posible;

  • La visión para “aterrizar” una idea de negocios en el camino que más promete;

  • y la apertura para ayudar a otros de forma, por lo general, desinteresada.


Negocios latinos... ¿globales?

“Te hacen ver tu negocio en grande”, dice el mexicano Javier Dávila, jefe de innovación de gaszen, que desarrolla un medidor de gas wifi en tanques domiciliarios conectado a una plataforma para pedir recargas a la empresa gasera.

Dávila viajó con la CEO de la empresa, Jennifer Reyna, desde León, Guanajuato, para el programa de Manos. En las sesiones, cuentan, empezaron a pensar en nuevos caminos para crecer.

La visión de hacer un negocio global desde el inicio es algo que pocos emprendedores latinoamericanos tienen. Las startups de Silicon Valley, en cambio, nacen pensando en conquistar el mundo, sea en el mercado de transporte, como Uber, o de alojamiento, como AirBnb.

“El latinoamericano piensa en Latinoamérica cuando piensa en un mercado grande”, explica la uruguaya Yael Oppenheimer, directora de operaciones internacionales de Plug and Play, una aceleradora que recibe a decenas de startups de todo el mundo en su campus en Sunnyvale. “Pero también está cambiando esa visión: ‘es algo global, tengo toda esta perspectiva enfrente’”.

El camino correcto

Para lograr que una idea se convierta en una empresa que crece, es importante saber cuál es el negocio al que se dedica. Y, en eso, los startuperos latinoamericanos sienten la diferencia cuando le cuentan sus planes a un mentor de Silicon Valley.

“En México nadie había visto las oportunidades que tenemos”, comenta Juan Gutiérrez, fundador en Tijuana de Jelp, una aplicación que permite a comercios pequeños subirse a internet con su propio sitio de ecommerce y atención al cliente por mensajes instantáneos. “Aquí las ven, te dan opciones”.

La capacidad de evaluar un plan de negocios y detectar dónde está el valor es una consecuencia de tener tantos emprendedores e inversionistas juntos en una región relativamente pequeña, donde escuchan ideas todo el tiempo y ven cuáles funcionan y cuáles no. “Pivotear”, o cambiar el negocio al que se dedica una startup, es una tradición arraigada en el Valle, como cuando el equipo de Odeo, un sitio de podcasts, lanzó Twitter en 2006.

La de Gutiérrez es la misma epifanía que cuentan el uruguayo Tourreilles y Reyna, de gaszen.

“El go-to-market strategy (estrategia para llegar al mercado) que tienen aquí es súper sólida”, dice ella. “Te abre la mente ver otros caminos, probar, iterar”.

Ayudar a un extraño

Otro ingrediente que quizás sorprende a los latinoamericanos que llegan aquí es que muchos inversionistas, emprendedores y asesores aceptan reunirse con ellos nada más que para escuchar su idea y darles algún tipo de consejo o asesoría.

“Se siente una comunidad”, dice Liza Velarde, una de los fundadores de Semka, una empresa de Monterrey, México, que desarrolla tecnología para personalizar los tratamientos contra el cáncer.

Velarde viajó varias veces a la región y estudió en el programa para emprendedores fundado por el inversionista Tim Draper.

“(Aquí) tratan de entenderte y darte lo que necesitas para poderte ayudar”, dice. “Te ayudan a descubrir exactamente qué necesitas y te ayudan a obtenerlo”.

Oppenheimer, de Plug and Play, dice que los latinos que llegan tienen que “salvar el miedo... de que alguien les va a robar la idea”.

“Una cosa importante es que la gente acá es muy directa, no se pierde el tiempo. ‘Estoy haciendo esto, quiero esto’ —sigue—. Los latinos por lo general (...) le damos vueltas, queremos convertirnos en el mejor amigo antes de poder pedir algo. La gente quiere saber: ¿Qué estás haciendo? ¿Qué necesitas? ¿Te puedo ayudar o no? Y punto”.

Más preparados de lo que parece

La directora de Manos Accelerator Sylvia Flores, una ex ejecutiva de IBM y fundadora de dos startups en California, decidió a partir de este año hacer programas de entrenamiento separados para emprendedores de América Latina y de Estados Unidos. Los que vienen de otros países necesitan más preparación, explica.

Por eso, las primeras sesiones del programa se centran en analizar sus modelos de negocio y sus estrategias para detectar un mercado y conseguir clientes.

Pero los emprendedores llegan bien preparados en varios aspectos, como la tecnología que usan. “Tenemos desarrolladores de Tijuana”, cuenta Gutiérrez, de Jelp. “Pensamos que íbamos a estar abajo pero (...) nos han felicitado mucho”.

Oppenheimer, que recibe a emprendedores de Asia, Europa y América, dice que los latinoamericanos no tienen por qué sentirse menos que otros, ya que tienen buenos niveles de educación y capacitación.

“Tenemos que sacarnos el concepto del latinoamericano que tenemos, porque estamos mejor que lo que realmente creemos”, dice. “La parte cultural, de pensar que uno no puede, es una brecha bastante grande (...) A la gente acá no le importa de donde sos. Si la idea y el equipo es bueno, eso funciona”.

Un shock cultural

José Sainz, un mercadólogo de Monterrey que fundó Printoo, una app para imprimir fotos que vende espacio publicitario en el reverso de cada impresión, dice que no encontró conceptos que no conociera en el programa de entrenamiento en San José.

“Todo está en internet, me siento bastante competitivo —dice—. Lo que es diferente es que Silicon Valley es un mindset (mentalidad). Es un shock cultural lo que sucede”.

Y eso, cierra, “es lo más difícil de replicar”.

Actualidad Laboral / Con información de Univisión