Me dan escalofríos cuando escucho la manera en la que algunos tratan a su gente en un momento tan difícil como es el de comunicar el final de la relación laboral. Comparto algunos de los peores errores que he visto para que, ojalá, usted nunca los cometa ni permita que nadie lo haga en su entorno.

Estos errores no solo dañan la dignidad y la autoestima de quienes se quedan sin trabajo, sino que afectan su capacidad para enfrentar el desempleo y el mercado de trabajo con la cara en alto y podrían causar reacciones dañinas para ellos mismos o la compañía. Y, por supuesto, dañan irremediablemente la confianza en la empresa entre los que quedan: ellos pueden ser los siguientes y saben que así los tratarán.

Improvisar

Cada salida debe ser preparada con mucho cuidado y con máximo respeto. Es de arrogantes pensar que como uno ya lo ha hecho muchas veces antes, ‘así nomás’ debe estar bien. No detenerse a pensar en el impacto que la pérdida de empleo tendrá en cada persona y en su posible reacción es signo de una falta total de empatía. Y de falta de humanidad.

Justificar o culpar

Algunos buscan justificar la decisión culpando a la persona de errores o carencias al momento de comunicarle su salida, sin considerar que es suficientemente malo que te digan que te estás quedando sin trabajo para que además te ofendan, afecten tu autoestima o te obliguen a defenderte estando en desventaja.

Huir de la responsabilidad

He visto jefes que le corren a su responsabilidad de comunicar una salida y en vez de prepararse como corresponde, ‘delegan’ esta tarea a recursos humanos o necesitan de otros en la sala para escudar su cobardía.

Negociar

Las salidas bien preparadas presentan lo mejor que puede hacer la empresa por delante sin pretender tomar ventaja de la gente más afectada que está menos preparada para negociar, que no está preparada para defenderse, en comparación con los más agresivos, que acaban llevándose más. No es justo y sienta malos precedentes.

No definir

He visto empresas que se pasan días y hasta semanas sin definir del todo las condiciones o plazos de las salidas, hundiendo a las personas en una incertidumbre penosa.

Toda salida ordenada y respetuosa debe dar estructura y pautas claras, en especial en lo referente a temas económicos, ayuda para la recolocación, fechas de cese, etcétera.

No ser claros

Despedir de a pocos, “para que nadie se dé cuenta”, lo que crea pánico en la empresa, ya que no sabe quién será el siguiente.

Una última exigencia

Pasarlos por exámenes con el mensaje de que ‘los malos’ salen, destrozando así sus marcas personales y su autoestima.

Desconfianza

Correr a la gente, tratarlos con desconfianza o no dejarlos ingresar, como si por haber sido despedidos súbitamente se convirtieran en ladrones o estafadores potenciales.

Ser grosero

Lo peor: despedir por carta o por correo electrónico.

Actualidad Laboral / Con información de Portafolio