La mayoría queremos que, en la oficina, nos consideren buenas personas, de esas que desprenden calor y alegría. Sin embargo, no todo el mundo busca gustar. Algunas personas prosperan, o al menos les va bien, desempeñando el papel del malo o la mala de la oficina.

Estos profesionales hacen el trabajo sucio: transmitir comentarios negativos, cancelar proyectos populares o despedir a gente. Para prosperar desempeñando el papel de malo, es necesario buscar la forma de resistir psicológicamente y de aguantar bien la animadversión de los demás.

Despedidores

Algunas personas, insensibles o narcisistas, no tienen ningún inconveniente en desempeñar ese papel, pero ser el malo de la película es duro para cualquier persona con niveles saludables de empatía. "Quienes asumen el papel del malo, se quedan solos", explica Jennifer Lee Magas, que tuvo que despedir a decenas de empleados en su anterior puesto como abogada especializada en derecho laboral y especialista en recursos humanos. Un indignado compañero de trabajo le lanzó una caja de pañuelos de papel, mientras que otros la llamaban Terminator, recuerda Magas, en la actualidad vicepresidenta de Magas Media Consultants, en Monroe (Connecticut, EEUU). Consiguió sobrellevar el estrés corriendo en sus horas libres y recaudando fondos para familias con pocos ingresos.

Durante ese periodo, Magas se vio obligada a aplicar políticas con las que no estaba de acuerdo, entre ellas una que prohibía a las madres tomarse días de baja para quedarse en casa cuando sus hijos estuvieran enfermos. Tras haber llegado a la conclusión de que se trataba de una norma injusta, trabajó para convencer a sus superiores de la necesidad de cambiarla. Las cualidades que favorecen el éxito difieren, con frecuencia, de las necesarias para gustar a los demás, afirma Jeffrey Pfeffer, autor de Leadership BS, un libro sobre los rasgos y actitudes que ayudan a los líderes a hacerse con el poder.

Insensibles encantados

Muchos ejecutivos son personas dominantes, que aprenden a sacudirse la hostilidad de los demás, explica el doctor Pfeffer, profesor de comportamiento organizativo de escuela de negocios de Stanford. Un consejero delegado que impartió una charla al alumnado del doctor Pfeffer describió el dolor que causaban sus recortes a sus empleados, y advirtió a los estudiantes: "Si queréis gustar, haceos con un perro".

Algunos ejecutivos asumen encantados el papel del malo. Jonathan Bulkeley, ejecutivo e inversor especializado en tecnología y publicidad en Internet, ha dirigido diversas iniciativas de remodelación empresarial o salvamento de empresas en quiebra, que le han obligado a despedir en total a ocho socios fundadores o consejeros delegados. "He desempeñado el papel del malo muchas, muchas veces", asegura Bulkeley, CEO de Real-Match Inc., empresa de contratación neoyorquina basada en la consecución de resultados y ex consejero delegado de BarnesandNoble.com.

Bulkeley admite que se pone un poco nervioso cuando tiene que dar malas noticias a un socio fundador o un consejero delegado. "La gente se vuelve loca, deja de hablar contigo, salen del edificio como una exhalación. No es agradable", reconoce. Según aclara, siempre se cerciora de que el directivo en cuestión sea consciente, con mucha antelación, de que no está dando la talla. Llegado el momento de dar la mala noticia, deja claras sus razones y enuncia el mensaje, argumentando que el directivo no se adapta al puesto. "No es cuestión de gustar o de que te quieran. Es cuestión de ser honesto", sostiene. "Si eres una persona íntegra y abierta, puede que no gustes, puede que no estén de acuerdo con lo que haces, pero no van a cuestionar tu integridad".

Normalmente, los directivos contratan a asesores externos cuando no quieren enemistarse con sus compañeros y necesitan despedir a alguien o reprenderlo por sus malos resultados, argumenta David Lewis, presidente de Operations, empresa de asesoría en RRHH.

Incluso en las fiestas de empresa, se necesita un malo "aguafiestas", añade Lewis. Son necesarios para "controlar el consumo de alcohol y garantizar que la reunión no se desmadre".

De buenos a siniestros

Sarah Hiner, presidenta de la editorial Boardroom, recalca la necesidad de que sus empleados adquieran nuevas aptitudes ahora que la empresa está pasando del medio impreso a nuevos canales digitales. Su jefe de operaciones, Joseph Seibert, está liderando ese "cambio cultural". Como ex jefe de información de Viacom, que ha ayudado a varias empresas a recortar costes y actualizar sus estrategias, está habituado a presionar a la gente para que no se relaje. Es respetuoso y amable con sus empleados, pero evita socializar en el trabajo. Cuando, siendo más joven, hizo amistades en la oficina -rememora Seibert, de 56 años- se dio cuenta de que "de repente, tenías que despedir a un amigo, y te veías tentado de alterar tu decisión porque era tu amigo".

Actualidad Laboral / Con información de Expansión