El agobio permanente, o la pose y apariencia de actividad desbordante... Esa es la actitud que permiten e incluso recompensan muchas organizaciones que tienden a valorar el que una persona esté encima de sus tareas sin medir la productividad. Hay quien define esto como cultura del alto rendimiento aparente.

Lo cierto es que estar ocupado (e incluso parecerlo) vende. Un reciente estudio de The Georgetown University McDonough School of Business concluye que "estar y parecer ocupado en el trabajo se ha convertido en un signo de estatus". Pero esto tiene matices.

Para mucha gente, la frase "estoy muy liado" es una etiqueta que acompaña permanentemente la actividad laboral. Viene a ser algo así como una nueva capacidad profesional, una virtud que hay que mostrar y de la que se presume las 24 horas... Hay quien publica en Facebook lo ocupado que está (y aún así tiene tiempo para publicar en Facebook). Algunas celebrities incluso se quejan de que no tienen vida en las redes sociales "porque no tienen tiempo".

 

El estudio recuerda que "en mercados como el estadounidense prospera una cultura que lleva a creer que el estatus se gana. Así, en consonancia con el sueño americano, aquellos que trabajan duro se perciben como los más capaces para ascender en la escala social. Comparado con otras culturas en las que el estatus se hereda, esta forma de ver el ascenso social y laboral lleva a idealizar a aquellos que se hacen a si mismos. Así, estar o parecer ocupado es una señal de ambición y competencia para subir más rápido".

El estudio de Georgetown concluye que los profesionales ocupados son vistos como "recursos escasos" y que resultan muy demandados. Precisamente esta "escasez" es la que les lleva a tener un estatus más elevado. La investigación revela además que en culturas latinas como la italiana, el estatus se le otorga a aquellos que invierten más tiempo en actividades de ocio. Corresponde a las culturas en las que el estatus se hereda en vez de ganárselo.

La cuestión es que en determinados entornos laborales se favorece que jefes y empleados sean improductivos. Esto se da en organizaciones que permiten refugiarse en tareas rutinarias y fáciles que no aportan nada. Se trata de un presentismo estéril que puede relacionarse con la productividad, y que en muchos casos hasta se recompensa. Es lo que lleva a algunos a quedarse hasta más allá del final de la jornada, porque estar se valora más que hacer.

Por lo que se refiere al típico profesional de la pose agobiada, éste queda difuminado con más facilidad en grandes organizaciones. Un estudio de Woffu, una start up dedicada a la gestión de vacaciones, ausencias, presencia y control horario, explica, entre otras cosas, que ese típico presentista suele declarar que está saturado y sobrecargado. Hay que tener en cuenta que cada persona vive la carga de trabajo de manera distinta: los hay que encajan mejor un exceso de trabajo y que se aburren cuando desciende la actividad, mientras que a otros les cuesta sostener puntas de actividad y mantenerse motivados ante los retos.

Según la investigación, "el presentista suele lamentarse con frecuencia de la enorme carga de trabajo que tiene, con independencia de si está en una época de mucha actividad o una época de valle. Siempre se siente abrumado.

Sin olvidar que el empleado que se encuentra en esta situación tiene problemas para concentrarse y abordar las tareas que le corresponden. Es presa fácil para los "despistes" y tiene tendencia a dispersarse, tanto físicamente (con exceso de descansos de café o cigarrillos) como mentalmente.

Exceso real de trabajo o pose falsa

  • Un estudio de los departamentos de Economía de las universidades de Pittsburgh, Columbia y Florida sostiene que una dosis extra de trabajo es justo lo que los empleados necesitan para evitar una 'procrastinación' negativa y para aumentar su productividad.

  • Esto hace que los profesionales se sientan mucho más satisfechos con su trabajo y que se mantengan alejados de las emociones tóxicas durante el horario laboral.

  • La paradoja se da cuando determinado tipo de profesionales convierte el hecho de estar ocupado en una pose que implica una estrategia defensiva. El argumento es que si uno evidencia que está cargado de trabajo evitará que le encarguen tareas desagradables o que nadie quiere hacer. Actuar así implica meterse en una rutina que permite permanecer en equilibrio, en un nivel de ocupación aparentemente alto que hace que nadie cuente con ello.

  • Frente al concepto erróneo de eficacia, algunas tendencias apuntan a que la profesionalidad ya no puede ser medida exclusivamente por el tiempo que permanecemos en nuestro lugar de trabajo. Los horarios fijos y el 'presentismo' tienden a desaparecer y la evaluación de los profesionales y la retribución asociada se relacionan con la consecución de resultados.

  • En ocasiones, la clave está en saber gestionar y combatir a los 'ladrones de tiempo' -reuniones improductivas y multitarea inútil-; o manejar adecuadamente las interrupciones, o los descansos demasiado dilatados. Se requiere una planificación y una organización adecuada que tiene que ver con externalizar lo accesorio y delegar. A esto se añade el tener muy clara la diferencia entre lo urgente y lo importante.


Multitarea improductiva

Decir que se está muy ocupado vende y supone para algunos una postura que justifica su puesto de trabajo o su función dentro de la compañía.

  • La multitarea anula en el profesional el hábito de pensar, de analizar y de tomar decisiones. Quienes se refugian en esa aparente actividad se empeñan en tareas improductivas, como el envío de correos electrónicos o acudir a reuniones inútiles. Son adictos a los mensajes de su 'smartphone' y al propio teléfono, y sólo piensan en lo inmediato, obsesionados por esa multitarea, contraria a la productividad. No suelen tomar decisiones ni resuelven problemas.

  • La cuestión es que gran parte de las ocupaciones sin apenas valor que se dan en las empresas llegan porque hemos pasado de ser usuarios de la tecnología a convertirnos casi en sus prisioneros. La facilidad de uso la convierte en un arma de doble filo.

  • En determinadas organizaciones se cambia lo estratégico por tareas rutinarias que son relativamente fáciles y cómodas de desempeñar. Demasiadas compañías se convierten en entornos permisivos con esos comportamientos de poco valor real.


Actualidad Laboral / Con información de Expansión