La mayoría de profesionales mide su nivel de productividad en función de las tareas realizadas u objetivos conseguidos. Como consecuencia, tratan de exprimir el tiempo al máximo, para abarcar cuanto más, mejor.

Sin embargo, la realidad nos demuestra que esta filosofía de trabajo, enfocada en la cantidad y no en la calidad, acaba siendo poco eficaz.

Por ejemplo, un comercial puede terminar su jornada y haber hecho 300 llamadas, de las cuales muy pocas han derivado en ventas porque no ha hecho un análisis previo de los leads y potenciales clientes a quienes debía contactar. Sin embargo, otro que sí haya investigado probablemente hará menos llamadas, pero el ratio de conversión será más alto.

Contra la dinámica del trabajo a destajo y sin pausa, está una práctica que defiende una rutina más sosegada, en la que al menos tengamos una hora al día para reflexionar o aprender algo nuevo que luego puede ser útil en el trabajo o para la vida. Es la conocida como ley de la cinco horas.

Este patrón no es nuevo, su precursor fue Benjamin Franklin, hombre polifacético donde los haya, allá por 1716. Hoy en día lo practican algunos de los empresarios y gurús más importantes, desde Bill Gates, a Elon Musk, Marck Zuckerberg o Jack Dorsey.

Para poder aplicarla es imprescindible hacer un hueco libre en nuestro día a día pero no forzarla, porque si cuesta encontrarla al final acabaremos sucumbiendo a la rutina estresante y abandonando este hábito.

La falta de tiempo no debe ser una excusa. De hecho los principales defensores de esta regla son probablemente algunas de las personas más ocupadas del planeta y aún así tienen tiempo para dedicar una hora diaria a alguna de estas actividades:

Leer

Para ser más inteligente el mejor truco es leer más. Pese a ello, son muchos los que recurren a la falta de tiempo para argumentar su escaso hábito lector. Sin embargo, las matemáticas han demostrado que podemos leer hasta 200 libros al año.

Algunas de las figuras públicas y empresarios más admirados son ávidos lectores; quizá esto te motive: Bill Gates lee 50 libros al año, Mark Zuckerberg lee al menos un título cada dos semanas y según el hermano de Elon Musk, éste creció leyendo dos libros al día. Obama, por ejemplo, se define como “ratón de biblioteca”. Y así muchos ejemplos más.

Reflexionar

A menudo el ritmo frenético de trabajo y en general de la rutina nos lleva a caer en las mismas prácticas una y otra vez, aunque estas no de los resultados que queremos. Para cambiar aquello que está mal o simplemente para progresar, es necesario pararse a reflexionar y analizar las cosas con calma. Esto ayuda a desarrollar otras perspectiva sobre nuestras creencias y a asimilar otras nuevas y es clave para fomentar la creatividad.

Esta reflexión no tiene por qué venir en una reunión o junta al uso, sino en el momento que cada uno busque diariamente, en esa hora libre diaria que conviene sacar. Los grandes gurús estadounidenses practican este hábito: el director ejecutivo de LinkedIn, Jeff Weiner, programa dos horas al día de reflexión; el consejero delegado de AOL, Tim Armstrong, le marca a su equipo directivo cuatro horas semanales para pensar y Jack Dorsey se da un paseo diario.

Experimentar

De la reflexión surgen ideas. Que sean malas o buenas muchas veces se descubre poniéndolas en práctica, para lo que es necesario experimentar. Dedicar una de esas cinco horas semanales a probar ideas puede ser una opción.

Google concede a sus empleados el 20% de su tiempo laboral a la experimentación y Facebook la fomenta organizando Hack-A-Months, donde invita a sus ingenieros a repensar su forma de trabajar y probar cosas nuevas.

Actualidad Laboral / Con información de TicBeat