Ulrich Benke está entusiasmado con su nuevo aprendiz. Asegura que es muy trabajador: “Me gustaría poder decir lo mismo de algunos de mis discípulos alemanes”. Yamusa Sylla, un muchacho guineano, llegó solo con 15 años a Alemania como refugiado. Ahora, el joven habla perfecto alemán y está aprendiendo el oficio de metalúrgico en la empresa de Benke en Schwerte, en Renania del Norte-Westfalia. Benke está contento de contar con Yamusa, ya que le cuesta encontrar buenos aprendices.

Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), este año llegarán a Europa un millón de personas en busca de asilo, unas 800.000 a Alemania, la mitad menores de 25 años.

Los refugiados pueden contribuir a paliar algo el problema demográfico de Alemania y de Europa. Se prevé que ya entre 2013 y 2020 la población en edad de trabajar se reduzca en 7,5 millones de personas (un 2,2%) en el continente. Así, Europa tiene que recurrir a refugiados como Sylla también por su propio interés.

Actualmente, los demandantes de asilo son mejor acogidos en Alemania que en la década de 1990. Una de las razones es que entonces la presión demográfica aún no era tan grande. Y es que, en comparación con la situación internacional, el envejecimiento de la población alemana es particularmente dramático. Hace poco, la Fundación Bertelsmann calculaba que si la mayor economía de Europa quiere mantener estable hasta 2050 su número de trabajadores y su sistema social, necesita cada año medio millón neto de inmigrantes. Este año, la economía alemana es incapaz de cubrir decenas de miles de plazas en prácticas porque no hay solicitudes. El número de titulados de grado medio desciende, y cada vez más jóvenes optan por una carrera universitaria.

“Los jóvenes [refugiados] están muy motivados”, asegura Berthold Schröder, presidente de la Cámara de Oficios de Dortmund. Un proyecto piloto está formando a 20 demandantes de asilo, cinco de ellos sirios. Aprenden carpintería, construcción y reparación de tejados, electricidad o electromecánica. Previamente reciben cursos intensivos de matemáticas y alemán, y han seguido una “orientación intercultural”. Algunos han obtenido un título alemán de grado medio. Mientras dura la formación, se “tolera” su presencia en el país, aunque todavía no se haya reconocido su condición de refugiados.

También en otras ciudades hay proyectos como el de Dortmund. La asociación Berliner Stadtmission forma a refugiados como montadores y vendedores de bicicletas. Los emigrantes llevan ya dos meses reparando bicicletas que la gente ha donado en un taller cercano a la estación central.

No obstante, los refugiados no empiezan como aprendices desde el primer momento. “Antes que nada queremos preparar a las personas para el aprendizaje”, explica Thomas Jaeger, de la Berliner Stadtmission. El proyecto trabaja con la denominada “cualificación para el ingreso” (EQ, por sus siglas en alemán). “Se trabajan también la puntualidad, la organización y la seriedad”, explica.

Actualidad Laboral / Con información de El País