La violencia y la discriminación contra las mujeres en diversos ámbitos de la vida han provocado que en América Latina se registren tasas de productividad laboral “persistentemente bajas”, según la Organización Internacional de Trabajo (OIT).


Y “el bajo desempeño de la productividad impide alcanzar un crecimiento económico sostenido, lo que afecta los estándares de vida de la población”, cita la OIT en la nota técnica Cerrar la brecha de género para impulsar la economía y la productividad en América Latina.


Es decir, la desigualdad contra las mujeres afecta la economía en su conjunto. Según la ONU, el costo económico de la violencia hacia las mujeres representa un costo de hasta el 2% del Producto Interno Bruto (PIB) global.


En contraste, “las economías de América Latina que reportan menores brechas de género, en ciertos componentes clave, también registran los mayores niveles de productividad laboral por hora trabajada”, indica el estudio de la OIT.


Acortar las brechas de género en la educación y en el mercado laboral es una prioridad para impulsar el crecimiento productivo y la construcción de sociedades más inclusivas, destaca el organismo en este documento que es parte de la Serie Panorama Laboral en América Latina y el Caribe 2024.


También, por supuesto, es necesario frenar la violencia feminicida y transfeminicida. En México, el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP) reportó 832 feminicidios en 2023.


Trabajo de cuidados desigual


“La disparidad existente en las tasas de participación laboral entre hombres y mujeres representa una brecha que, de reducirse, podría traducirse en un aumento significativo de la productividad empresarial y el crecimiento económico regional”, indica la OIT.


Una de las principales barreras por las que muchas mujeres no pueden integrarse al mundo laboral remunerado o no pueden tener mejores puestos es el trabajo del hogar y de cuidados.


Según el reporte, en la región, las mujeres le dedican entre 22 y 43 horas a la semana a mantener la casa limpia, cocinar y cuidar a otras personas, mientras que los hombres aportan entre 10 y 20 horas para el mismo fin.


El trabajo del hogar y de cuidados tiene un alto valor para las economías. En México es de 7.2 billones de pesos, lo que equivale a 24.3% del PIB nacional, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).


“De ese monto, las mujeres contribuyeron con 72% y los hombres, con 28 por ciento”. Es decir, ellas aportaron a sus hogares tres veces más valor económico que ellos.


México es quizá el país de la región donde el trabajo doméstico y de cuidados aporta más a su economía. Según el reporte, esto es lo que representan esas actividades para el PIB de cada nación:


México 24%


Uruguay 23%


Colombia 20.4%


Perú 20.4%


Argentina 15.9%


Costa Rica 15.7%


Ecuador 15.2%


De seguir con las mismas tendencias respecto a las cargas de trabajo de cuidado no remunerado en detrimento de las mujeres, quizá en 209 años hombres y mujeres participen de manera igualitaria en esta labor.


Violencia a donde vayan


En América Latina, al menos una de cada 10 mujeres empleadas ha experimentado violencia o acoso sexual en el trabajo en los últimos cinco años, señala la nota informativa de la OIT. Tal nivel de violencia es dos veces mayor al promedio de las otras regiones, agrega.


Las mujeres “enfrentan una mayor probabilidad de ser víctimas de acoso en el entorno laboral, especialmente en profesiones de Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas (STEM, por sus siglas en inglés)”.


La principal carga de este problema lo llevan las víctimas, pero también representa un costo para las economías de los países. Cuando una mujer es atacada en su lugar de trabajo, en su casa o en cualquier otro espacio, hay una pérdida de ingresos en las familias y su productividad laboral baja.


A corto o mediano plazo, todo esto le provocará alguna enfermedad, lo que conlleva “mayores gastos en el sistema de salud público y pérdidas de capital humano”.


Sin embargo, el costo económico es menor en los países con marcos normativos que proveen canales de atención y protección a las víctimas de violencia de género”, ya sea doméstica o en el lugar de trabajo”.


En América Latina no se ha podido erradicar la violencia contra las mujeres, reconoce la OIT. La hostilidad que viven cotidianamente puede inhibir su participación en diversas esferas públicas, “incluyendo centros educativos y programas de capacitación”.


Propuestas para cerrar la brecha de género


Para eliminar las brechas de género, la OIT presenta en el informe propuestas para gobiernos y empresas en América Latina. La primera es el acceso a servicios de cuidado para mujeres y hombres, con el objetivo de distribuir las tareas.


A pesar de que la mitad de las economías en la región cuenta con servicios de educación preprimaria o de cuidado a personas mayores, la mayoría no cubre una jornada laboral completa, indica. En México la creación del sistema nacional de cuidados se ha pospuesto, a pesar de los esfuerzos de legisladoras y funcionarias federales feministas.


Son necesarias también reformas legislativas, programas y procesos que faciliten la entrada de las mujeres al trabajo remunerado. La discriminación basada en el género obstaculiza la participación de las mujeres en la fuerza laboral, principalmente de mujeres de bajos ingresos y que pertenecen a comunidades indígenas.


“Las mujeres indígenas de la región tienen mayor incidencia en el trabajo de baja productividad y en el empleo informal comparado con el resto de la población”.


La OIT sugiere la creación de programas de formación técnica y profesional dirigidos a esta población, leyes que faciliten su ingreso al empleo y adecuaciones en el proceso de reclutamiento.


Fomentar un ambiente laboral libre de violencia y acoso sexual, permitir el crecimiento profesional de las mujeres a puestos de liderazgo empresarial e invertir en programas que promuevan el desarrollo de habilidades STEM en las mujeres desde los inicios de su formación educativa, son otras propuestas.


Actualidad Laboral / Con información de El Economista México